Sus manos rodean mi cuello cada noche.
Intento ignorar la presencia del fantasma que hay en mi habitación, que parece surgir de la nada, como si de humo se tratase.
Jamás en esta casa pasó nada, la construyeron mis abuelos desde cero y murieron en su casa del campo.
Nadie murió aquí y nunca hemos hecho invocaciones.
Sin embargo, está presencia es algo familiar y aplastante.
Todo empezó cuando dejé de recordar eventos de mi vida.
Creo que tenía novio pero no sé qué fue de él.
Creo que tenía amigos, pero tampoco sé nada de ellos.
Lo que más me inquieta es que no consigo encontrar las llaves de mi sótano por más que busco y el olor es cada vez más intenso.
Quizá por la noche, me las traigan las manos que van a mi cuello.
...
La chica se acostó tranquila, sabía que no pasaba nada. A las dos horas despertó, como hipnotizada.
Empezó a agarrarse del cuello, cada vez más fuerte, con más marcas.
Cogió la llave escondida en un tablón del suelo y se dirigió al sótano, en el que siguió comiendo gracias a su numeroso círculo de amistades.
La verdad... La ouija en la esquina no decía lo mismo sobre las invocaciones.
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