Lo único que veía era la pantalla en negro de un videojuego. Llevaba mucho tiempo pasándole eso, sobre todo cuando era de noche y se encontraba completamente a solas.
Nunca le tomaba importancia, pues nada tiene que ver tu estado con el del ordenador, aunque a veces parecía oler la soledad.
Uno de los últimos días que pasó eso, decidió ir a videollamada con sus amigos. Puso el juego en segundo plano por si iba, destapó su cámara para activarla… Y antes de que pudiera darse cuenta, el juego funcionaba de manera perfecta. Le recorrió un pequeño escalofrío pensando que alguien pudiera vigilarlo, pero decidió hacer caso omiso y jugar mientras hablaba con sus amigos.
Al rato, cuando decidió ir al baño, le llegó un mensaje de texto de un número desconocido. Se murió de terror al ver que ponía “¿Ves? Es mucho mucho mejor con la cámara puesta. Tú puedes jugar y yo disfruto de la vista. Ahora mismo te echo de menos”.
Bloqueó el número rápidamente y quitó la cámara, excusándose en que el ordenador se estaba sobrecalentando.
Después de un rato más de charla, terminó colgando porque estaba de los nervios. Todavía tenía la conversación, así que se cambió y decidió ir a denunciar a la policía. De camino empezó a llover, así que se paró en una zona con cubierta. Un chico pasó por su lado en bicicleta, metiéndole un papel en el bolsillo de su pantalón. Se extrañó, pensando que sería publicidad, aunque era una manera rara de entregarla.
Desdoblé el papel. En el ponía “Por mucho que bloquees el número, sé dónde vives y estás en todo momento. Va a llamarte un número, debes cogerlo y seguir sus instrucciones. Si no lo haces y te diriges a comisaría, vas a lamentarlo”. Se quedó frío. No sabía de qué iba este juego y se estaba debatiendo entre ir a comisaría y atender la llamada.
Poco rato después, se decidió por la segunda opción, descargando antes una aplicación para grabar llamadas. Cuando estaba terminando de configurarla, su teléfono comenzó a sonar. Lo cogió con miedo, sin decir nada. Tragó un poco de saliva y los segundos pasaron. Uno… Dos… Al tercero, una voz en distorsión empezó a susurrar:
--Primero que todo, debes quitar esa aplicación y borrar la grabación, te estoy vigilando.-- Un sudor frío le recorrió la espalda y no se negó, haciéndolo de manera automatizada. --Perfecto… Ahora, dirígete de nuevo hacia tu casa pero quédate mirando a la puerta cuando estés allí. No cuelgues.
Sus pasos eran temerosos y poco firmes. Caminaba por la lluvia, calándose hasta los huesos: --Ya estoy aquí.
--¿Crees que no lo sé? Ahora, separa poco a poco el teléfono y cuelga. No se te ocurra volverte en ningún momento.-- Al hacerlo, notó un escalofrío por la nuca. Quería salir corriendo pero era demasiado tarde. --Hora de jugar.-- Eso fue lo último que pudo oír antes de desaparecer. Era el séptimo joven en la semana víspera al día de Halloween.
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