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Foto del escritorKarma

Las Huellas de mi Piel (Relato)

Actualizado: 26 abr 2022

Él dejó huellas, pero no pisadas. Dejó huellas en mi piel... Y me atrevería a decir que en mi alma.

Lo conocí un día cualquiera, de un mes como cualquier otro, paseando por la ciudad entre las calles frías y sin sentido. Todo era gris, nada parecía tener un pequeño matiz de color por irreverente que fuera.

Entonces, de la nada, cuando me encontraba solo y perdido... Llegó. Y fue en un momento en el que sabía que mi vida pendía de un hilo y confiaría en cualquiera que me tendiera sus brazos.

Mi mente era un barullo de tristeza y melancolía, por eso se me podía hallar sentado en un banco bajo la lluvia, llorando para que mis lágrimas se confundieran con las efímeras gotas de una lluvia tan intensa que parecía que los dioses fueran a montar una catástrofe.

Me sonrió y tendió su paraguas y unos pañuelos hacía mí, aunque poco podían hacer. Atendí al chico y lo seguí a donde me indicaba, sin saber que eso sería mi perdición.

Poco a poco, caí en sus redes que aparentaban ser amorosas pero eran posesivas.

Todo empezó por dejarme salir con mis amigos bajo la condición de que él tenía que ir. No terminaba de entenderlo, pero lo acataba y siempre iba bajo su custodia, porque no sería justo decir compañía. Ellos dejaron de contar conmigo porque siempre se añadía y, así, me incomunicó de mis amigos.

Seguidamente, me presionó de tal manera que le conté a mi familia sobre mi orientación sexual, aun sabiendo que eran unas personas muy cerradas de mente, sin encontrarse excepciones. Cuando reaccionaron a ello de forma negativa, él sólo me dijo que dejara de tener contacto con ellos y no intentara razonar. Yo cavilaba sobre llegar a una conclusión positiva con mi ámbito familiar, pero constantemente me sacaba esas ideas de la cabeza.

Una vez aislado del mundo exterior, empezó a culparme de mi soledad pero alegaba que él se quedaría a mi lado porque me amaba.

En los meses que se había desarrollado nuestra relación, aún no habíamos llegado a intimar debido al miedo que me producía. Tan solo pensarlo me hacía temblar, sin saber el verdadero por qué.

Insistió en que haciéndolo se me quitaría ese miedo irracional y, aunque me negué en rotundo, ocurrió.

Al momento siguiente de esto, me sentí invalidado como persona conseguí ver quien era mi pareja realmente. Intenté por todos los medios escapar de aquel maldito infierno con falso nombre de amor, pero que nada tenía de ello.

Comencé a tener contacto con mis amigos perdidos para así escapar.

Hablar con mi familia, retomar las amistades... Todo me fue dando un halo de esperanza que ya había perdido tiempo atrás.

Finalmente, entre todos terminamos esta farsa, pues me dieron esa fuerza.

Y, aun así, tengo sus huellas en alma y piel.

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