Adara guardaba su diario como un tesoro, nadie podía ver lo que se escondía dentro de este ya que la avergonzaba más que nada en el mundo. Vuelve a escribir lo marcado mes a mes, lo cierra con llave y lo deja en su mesa, sobre unos libros escolares que debía llevar al día siguiente.
Va a cenar y deja su móvil con la llave a modo de accesorio en su cama, escondido debajo de la almohada. Mantiene una conversación cordial con su familia, en la que intenta no intervenir en demasía debido a la incomodidad que siente al mantener contacto con ellos.
Recoge la mesa sola y corre a su refugio, cerrando la puerta y cogiendo unos auriculares para empezar a ver unos tutoriales de maquillaje en el ordenador. Saca todo lo que hay escondido debajo de su cama, incluyendo un pequeño espejo, y traba la puerta. Era su momento.
Empieza a seguir los pasos que indica esa chica, después de llevar unos meses practicando ya era algo casi metódico. Se hace un maquillaje perfecto, atusa su pelo corto y saca algunas fotos desde distintos ángulos. En ninguna se veía bien pero escogió un par de ellas, las cuales subió a una cuenta a la cual sólo podían acceder algunos amigos y el resto del mundo ignoraba su existencia.
Después de este ritual casi diario, decide quitarse el maquillaje, liberar la puerta e ir a dormir. Antes de nada, precipita los libros a su mochila sin darse cuenta que encima de ellos se encontraba su tan preciado tesoro.
Al día siguiente, se levantó al sonido de la alarma para ponerse algo de ropa deportiva, desayunar e ir rápido al instituto. No solía coger el móvil de camino allí, así que lo echó junto con sus libros y se dirigió a su destino. Al llegar, estaban los típicos “graciosos” en la puerta, de los cuales decidió ignorar ciertos comentarios ofensivos.
Se sentó en unos bancos no muy lejos de ellos a esperar a esas dos únicas personas que conseguían comprenderla mientras buscaba un cuaderno donde solía escribir poemas. Al abrir la mochila no lo encuentra, pero sí que ve su diario junto al móvil con la llave, maldiciendo su maldita torpeza y tener que estar justo en ese lugar en ese preciso momento.
Al ver que no estaba escribiendo, el grupo de abusones se le acercó y entre todos le quitaron sus pertenencias. Diario y llave fue lo primero que vieron y, por ende, abrieron; desvelando el secreto de por qué ese “chico” era tan afeminado y por qué insistía en no llevar el pelo tan corto. El calvario de esconder el maquillaje y todos sus grandes problemas.
—Enero: 1.79; me ha crecido más barba y tengo un 45 de pie… ¿Me asustan estos cambios y cada vez veo menos a Adara? —el chico que está leyendo eso empieza a reír estrepitosamente y chillar en alto todo lo que se encuentra escrito en ese lugar.
Adara sólo empieza a llorar, sintiendo que todo se desvanece… Y despierta envuelta en lágrimas y sudor, como cada noche, con ese miedo de que alguien supiera su gran secreto. No era un chico y jamás sería “el amigo maricón”. Revisa que todo esté en orden antes de poder ir a dormir de nuevo, sintiendo una presión en el pecho y un pánico por el qué será de ella en un futuro no muy lejano.
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