Aquel búho vigilaba mis sueños como el reloj de cuco del abuelo contaba la horas que me pasaba en vela.
Era imposible dormir, no podía cerrar los ojos y dejarme llevar.
Aunque quisiera, aquel animalejo seguía clavando su mirada feroz en mí, como si se tratara de un fantasma.
Lo que más me asustaba es que, al acercar una vela a la ventana, su rostro estaba pegado a esta y se iba volviendo grotesco con el paso de los días.
Imaginaba que todo se debía a la falta de sueño y la incertidumbre, pero lo cierto es que nadie en casa parecía verlo.
Un día dejé la ventana abierta y la vela apoyada en ella. Desde ese día, yo vigilo a una chica que está a punto de hacer lo mismo...
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